Hoy se multiplican las voces de reconocimiento a José Luis Sampedro
al conocerse la noticia de su muerte. Como director del departamento de
Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense que él
creó junto al también fallecido y querido Manuel Varela Parache, quiero
sumarme a este agradecido recuerdo, haciendo memoria de su faceta
docente que resulta menos conocida para el conjunto de la sociedad, que
la del brillante literato o el pensador crítico del vigente orden
económico y político.
José Luis Sampedro fue pionero en la
universidad española en la formulación y defensa del enfoque estructural
para análisis económico. Una perspectiva de estudio de la realidad que
subraya la existencia de profundos condicionantes técnicos y sociales
que modulan el comportamiento de unos actores económicos reales que no
operan como sugieren los manuales convencionales de economía. La
existencia de rupturas y conflictos, de intereses e ideas contrapuestas,
de grupos y clases sociales, de posiciones de mercado heterogéneas, de
un acceso diferenciado al progreso técnico o de mediaciones políticas e
institucionales que influyen en la actuación de todos los actores
(empresarios, trabajadores ahorradores y consumidores) convierten a la
economía "realmente existente" en una realidad social compleja y
dinámica que la perspectiva estructuralista promovida por nuestro primer
catedrático intenta captar en su integridad.
A Sampedro le
gustaba autocalificarse como metaeconomista porque, como indicó en su
memoria de oposición a cátedra y repitió en la memorable lección
magistral que impartió con motivo de su jubilación: "Me dediqué a
repasar la historia de la teoría económica y especialmente la obra de
los "disidentes": los históricos, los institucionalistas, el marxismo,
incluso los estructuralistas franceses que estaban entonces más de moda
de lo que a mi juicio merecían". No es de extrañar que sus clases
tuvieran el "sabor a realidad" y "sensibilidad humanista" propio de los
autores clásicos de la economía política.
De ahí que su visión de
la economía tuviera tres rasgos distintivos que no deberíamos perder
quienes nos dedicamos a su docencia: el espíritu crítico, la visión
amplia y la pasión por lo humano. No había en sus explicaciones cabida
para la ingenuidad, el sectarismo ideológico o la asepsia tecnocrática.
Pues si merece la pena estudiar economía no es para encontrar los
mecanismos y tretas más astutos para enriquecerse a costa de los demás
-lo que conduce al desastre colectivo como la crisis actual no deja de
recordarnos-, sino para encontrar caminos que permitan a todos los seres
humanos satisfacer adecuadamente sus necesidades básicas de un modo
equitativo. A este respecto, José Luis Sampedro solía señalar con ironía
que la Ciencia Económica había tomado un derrotero equivocado al
haberse construido a partir del famoso libro de Adam Smith que -en su
versión abreviada- se denomina La Riqueza de las Naciones, en lugar de
haber partido de otro que se titulara hipotéticamente Investigación
sobre la naturaleza y causa de la Pobreza de las Naciones y cómo
superarla, dado que la pobreza es un problema mucho más serio y, por
supuesto, más extendido que la riqueza.
Si he incorporado en el
título este breve escrito de homenaje el neologismo transprofesor aunque
él no lo utilizara nunca es porque también su magisterio fue más allá
de lo ordinario. Y no porque creara un grupo de discípulos definido y
llevara a cabo una estrategia tendente a ampliar su influencia académica
o doctrinal -algo que no iba con su espíritu quijotesco-, sino porque
su talante humano e intelectual inspiró, en el mejor de los sentidos, a
muchos de sus alumnos que aún recuerdan sus clases como un prodigio de
lucidez, rigor, agudeza, originalidad y apasionamiento ético. Es esa
autoridad moral que nunca se tradujo en vasallaje sobre nadie, la que le
valió el aprecio, la admiración y la amistad de muchas personas, en
particular de algunos de los miembros históricos de nuestro departamento
como Rafael Martínez Cortiña, Carlos Berzosa o Ángel Martínez González
Tablas. Pero fueron muchos otros los que, sin llegar a conocerle
personalmente o careciendo de un trato personal directo, se vieron
seducidos o provocados por su manera de entender la economía y aceptaron
formar parte de un colectivo minoritario en la profesión por fidelidad a
la realidad y por sensibilidad sociopolítica. No es vacua la distinción
entre el profesor y el maestro y de esto último estamos hablando al
recordar hoy a José Luis.
Cuando el 29 de mayo de 1987 se jubiló
el profesor Sampedro confesó que toda su labor universitaria había
estado guiada por una frase que había escuchado, cuando era un joven
estudiante, a un anciano y famoso profesor británico -Sir William
Beveridge (el "padre" de la "Seguridad Social")-, durante una visita en
la que le había acompañado por Madrid en el año 1945: "Life is serving,
not enjoying". Esto es, la vida consiste en servir, no en disfrutar.
Señaló entonces honradamente que no estaba orgulloso de haberlo
conseguido, sino de haberlo intentado. Los miles de alumnos que pasaron
por sus aulas, los que escucharon sus conferencias e, incluso, los
"jóvenes indignados" que han alimentado su capacidad utópica en sus
palabras y escritos más allá de toda frontera generacional, pueden hoy
atestiguar que su vida ha servido para mucho. Más joven de espíritu que
muchos de los que le sobrevivimos, era una chispa de alegría y optimismo
en un mundo al que esas actitudes le faltan a raudales y por eso hoy
somos muchos los que nos sentimos un poco huérfanos al constatar que una
de las pequeñas luces que iluminaban las penumbras que nos rodean se ha
apagado.
http://www.publico.es/453414/jose-luis-sampedro-un-metaeconomista-y-un-transprofesor
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