20/3/13

Comienza la primavera.



cualquier día de estos oímos cantar al cuco, vemos cómo revientan las glicinias y el aire adquiere una densidad ligerísima, evanescentemente espesa y olorosa, en mes y algo podrán regresar las oropéndolas, es decir, el mundo seguirá siendo el que siempre fue pese a todos los esfuerzos en sentido contrario que realizamos los humanos. Es de creer que sea por eso por lo que suelen tener buena acogida, año tras año, los artículos escritos con las mismas, idénticas intenciones que las nace este. ¿Cuáles?
Las de cantar la continuidad del ciclo de la vida tal y como surgió para que agradeciésemos el canto monocorde de ese pájaro de pecho surcado de un plumaje, que a algunos se le pudiera antojar de presidiario, cuando tan sólo es el de un pillo explotador y perezoso; aspirásemos ese evanescente aroma de la planta que se enreda y enrosca sobre sí misma y puede llegar a asfixiar a las que tenga por vecinas o nos solazásemos con ese revolotear negro y dorado de las oropéndolas mientras se dan un banquete en nuestra higuera.
Poco a poco, todo irá dejando de ser así. Las oropéndolas, quizá asustadas por los tornados que empiezan a ocupar nuestras costas, alterarán sus rutas y sus vuelos; las glicinias irán siendo desocupadas por el amarillo dulzón de las mimosas y el cuco, ah, el cuco, pensará que habrá de resultar ocioso avisar a las lampreas de que pueden regresar al mar, cuando los ríos ya no las convocan o los invitan a que permanezcan a sus puertas estremecidos ante tanta porquería como los ocupa y ciega.
Si los cantamos, si decimos la primavera está aquí, vuelven los colores y los aromas, los cantos y las bellezas, renace la vida en el primer verano de cada año, nos sabemos vivos y completos. Por eso entonamos siempre el canto de esperanza. Un canto que este año se complica con todo lo que está cayendo, no sólo meteorológicamente.
¿Cuántas más cosas tienen que pasar, para que deje de pasar lo que está pasando? De momento ya hace días que dejó de ser noticia que alguien se suicidase ante un embargo. Hace muchos años, cuando un banco no podía responder ante sus clientes, el banquero recurría al suicidio en no pocas ocasiones. Hace unos meses, cuando un desahuciado se quedaba sin hogar, era noticia el hecho de que optase por el suicidio; en pocas semanas dejó de serlo si el desahuciado no era el propietario de la vivienda y la tenía tan sólo en alquiler. Ahora ya no hay noticia alguna en hechos tales. ¿Y mañana? ¿Qué merecerá ser noticia mañana?
No lo sé. No sé que noticia nos ha de sorprender mañana. Por eso espero que cante el cuco, revienten las glicinias o simplemente vea volar a una abubilla para tener algo hermoso que contarles esperando que todo ello nos alerten los sentidos.
ALFREDO CONDE
Escritor, Premio Nadal y Nacional de Literatura
www.elcorreogallego.es

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